Gozaba mi
piel aquella noche
dádivas de
caricias previsibles.
Nuestra
era la noche, nuestra la luna llena,
se
encendió plena y brillante como nunca
Te
buscaron mis labios para calmar mi sed,
ella nos
alumbraba con su luz de plata.
Ardía mi
cuerpo en tus cálidas manos
tan
íntimo, tan púdico momento que vivimos
tan única
ella, cómplice nos acompañaba
sin
ruborizarse, viendo dos amantes
que al
amor se entregaban…
puedo
acariciarla con las yemas de mis dedos
Esta noche
no siento nostalgias de tu ausencia
ni pena de
saberte lejos, porque ella está intacta
excelsa
quietud hay en el infinito cielo,
ella se
dilata pura y solícita, solo para
que en la
distancia, se abracen tu alma a la mía
Autora Beatriz Favre